miércoles, 23 de abril de 2008

TEXTO DE LUIS GARCIA MONTERO CON MOTIVO DEL DIA DEL LIBRO 2008


El poeta granadino Luis García Montero reflexiona en este manifiesto sobre el acto de leer y sobre la importancia de la lectura para aprender por nosotros mismos.




LOS LIBROS Y NUESTRO TIEMPO

No sé si usted tiene tiempo para leer. La verdad que vivimos en una época de prisas, vamos siempre con la lengua fuera, se nos pasan los días sin un minuto para ocuparnos de los asuntos y de las personas que más nos importan. Nos falta tiempo para perder el tiempo con la gente que queremos, para ganarnos una tarde de recuerdos y preguntas con nuestros mayores, una mirada tranquila a los ojos de nuestros hijos, una siesta de amor con nuestra pareja, una conversación sincera, de esas que llegan al fondo del vaso y de la vida, con nuestros amigos.
No sé si conoce usted una de las lecciones más importantes de los autores clásicos: vivir de aquí para allá sin pies ni cabeza, supone en el fondo andar de cabeza y pensar con los pies. Para ser dueños de nuestras opiniones y nuestros sentimientos, debemos ser dueños de nuestro tiempo .La falta de tiempo para los demás no indica un problema de egoísmo, porque también nos falta tiempo para nosotros, para atender a lo que nos afecta de un modo más profundo, para vivir sin que se nos pase la vida. Nuestro tiempo no es sólo la época histórica en que vivimos. Nuestro tiempo depende de los relojes que marcan nuestras horas. Buscar tiempo para nosotros es buscarnos a nosotros mismos.
No sé si tiene usted hijos pequeños, o sobrinos, o algún amigo íntimo con hijos. Si conoce a algún niño, y si además ha conseguido disponer de su propio tiempo en medio de las prisas, le aconsejo que le regale un libro y que lo lea con él. Va a descubrir que son los niños quienes educan a los mayores. Deberá usted ponerse en el lugar del otro ,que es la mejor forma de encontrar su propio lugar. Volverá usted a pensar de forma limpia en la vida, en la muerte, en el miedo, en la ilusión ,en el amor, en el odio, en las cosas que se pierden y en las cosas que se ganan, y en las cosas que se ganan cuando se pierde el tiempo leyendo con un niño.
No sé si usted sabe que el escritor que piensa una historia y se pasa las horas en busca de palabras representa a los hombres y a las mujeres que se atreven a pedir tiempo para pensar en sus historias, en sus horas, en sus vidas en sus seres amados, en sus opiniones. Quien no tiempo para pensar repite como un loro aquellas ideas de que otros han pensando por él. Los dogmas son un punto de partida, pero la verdad personal sólo es un punto de llegada y necesitaos tiempo y palabras para conseguirla. Los escritores han sido antes lectores y han aprendido a pensar en ellos mismos con un libro de otro escritor en las manos. Por eso ponen tanto cuidado al escoger sus palabras y por eso están pensando en usted y en su tiempo cuando piensan en ellos mismos. La vida civilizada es una conversación.
No sé si usted sabe que Juan Ramón Jiménez, un poeta andaluz que murió hace ahora 50 años, pasó las horas y los años en busca de unas palabras desnudas. Su ética era su oficio. Le gustaba tomarse el tiempo necesario para hacer bien su oficio, como el jardinero que cuida y riega bien sus flores, o como el niño que aprende a cuidar de un animal, y se preocupa por él, y se educa a sí mismo en el cuidado del otro. Cuando visitó Nueva York, Juan Ramón Jiménez vio una ciudad extensa, llena de edificios muy altos y de avenidas interminables. Entonces el poeta pensó que las ciudades crecen mucho, pero que los seres humanos se olvidan de crecer por dentro. Pensó que el verdadero progreso no se da cuando las ciudades se llenan de rascacielos, las playas de urbanizaciones, y los cielos de chimeneas y humos, sino cuando los seres humanos crecen por dentro. Juan Ramón leía y escribía para leer por dentro.
No sé si usted comprende la dignidad y la importancia social de poetas andaluces como Juan Ramón Jiménez o como Luis Cernuda. A Luis Cernuda le preocupaba el progreso y soñaba con que Andalucía creciera económicamente sin caer en la prepotencia del lujo. Cernuda amaba una Andalucía sin prisas, sensual, humana, habitada por gente que supiese apreciar la vida, dueña de su tiempo y de su destino. Merece la pena que usted piense en esto. Los libros nos ayudan a vivir, nos hacen dueño de nuestro tiempo.

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