Marco Tulio Cicerón (106-43 a.J.C.) nació en Arpino, ciudad ubicada en el Lacio meridional. Deseó dedicarse a la poesía y jamás dejó de escribir versos pero su poesía fue criticada por sus contemporáneos. Le apasionó la literatura, y más concretamente, el arte del bien decir En sus viajes tuvo oportunidad de conocer a filósofos epicúreos, estoicos y académicos. Sus tratados, generalmente en forma de diálogos, nos transmiten el elevado tono intelectual de los espíritus más refinados de Roma de la mejor época. Sus Tusculanas tratan de la inmortalidad del alma, de la manera y esencia de combatir el dolor, de las pasiones y de la excelencia de la filosofía.
Su gran vocación literaria, el entusiasmo que sentía por su arte y por su profesión de orador le impulsaron a escribir obras como Del orador, De la invención, Bruto. Encontramos en sus discursos una fuerte atracción, ejercida a base de ingenio, imprecaciones, notas sentimentales e irónicas y todo tipo de recursos para emocionar y ganarse al auditorio. La frase adquiere toda suerte de modalidades, acoplando la idea a un ritmo, perfectamente calculado y medido.
Se ha conservado gran parte de sus cartas. La mayoría no las escribió con la intención de que fueran publicadas ,debido a lo que aparece lo más íntimo del autor ,sus debilidades, sus virtudes, sus alegrías